Hago este post para aclarar las razones que me llevaron a tomar la decisión de hacer esta prueba temporal (o definitiva, nunca se sabe) en cuanto a mi alimentación. No son estéticas (aunque no me importaría bajar unos cuantos kilos) ni, en principio, en cuanto a una medida médica urgente.
Y advierto que no es una dieta milagro ni algo que se deba hacer a la ligera. Aquí no hay una fórmula para perder kilos, sino que cuento mi experiencia cambiando de hábitos o, al menos, probando qué se siente alimentarme de otra forma y cómo responde mi cuerpo a los sustitutos minerales que estoy tomando. No intento educar, enseñar ni imponer un estilo. Repito: es solo un relato de mi camino en este proceso.
Simplemente es un intento por regular mi flora
intestinal (esa gran desconocida aún, incluso para la ciencia) y frenar
el avance de la cándida, de paso mejorando mi organismo, equilibrando niveles, limpiando, desintoxicando y, sobre todo, aprendiendo a escucharlo y a cuidarlo.
¿Qué es la cándida?
La
Biblioteca Nacional de Estados Unidos la define como "Cándida es el
nombre científico de una levadura. Es un hongo que vive en
casi todas partes, incluso dentro de su cuerpo. Por lo general, el
sistema inmunitario mantiene los hongos bajo control. Si está enfermo o
toma antibióticos, pueden multiplicarse y causar una infección".
Efectivamente
es un hongo que se encuentra en nuestro organismo y que, en una
cantidad adecuada, es benéfico para que el cuerpo funcione bien. Pero
nuestra alimentación, basada principalmente en productos (harinas,
azúcares, etc.) refinados, el sedentarismo y otros males, como el
estrés, derivan en un aumento de la cándida y el debilitamiento de otras
bacterias, haciendo que se expanda por todo el cuerpo y generando o
facilitando otros problemas y dolencias.
Teniendo esto en cuenta y
reconociendo síntomas básicos en la (omni)presencia de la cándida en mi
cuerpo (parte trasera de la lengua cubierta por una mancha blanca, mal
aliento, sabor metálico en la boca, etc.), además de otros indicadores
que no están en su sitio: colesterol, triglicéridos, etc., tomé la
decisión de frenar el avance de la cándida, de reducir su presencia en
mi cuerpo y, de paso, atacar esos otros procesos que no están
funcionando como deben. Y esto quiero hacerlo (al menos mientras pueda)
sin fármacos que generen otras dolencias a largo plazo y sin
esclavizarme a ellos de por vida.
He aquí la razón principal por
la que me someto voluntariamente a este intento por sanarme, por
sentirme mejor, por verme mejor, por hacer que mi cuerpo funcione y,
sobre todo, para aprender a escuchar a mi cuerpo.
Llevaba tiempo
sintiéndome pesado e hinchado después de desayunar (café con leche y
sacarina, y dos tostadas de pan blanco con tomate y aceite de oliva) y,
lo peor, es que a media mañana ya tenía hambre otra vez. Con todo lo que
odio reconocerlo, la pasta (mi comida favorita) tampoco estaba
generando buenas reacciones: habitualmente me sentía bastante cansado y
pesado después de comerla, aunque también es verdad que el efecto se
pasaba rápido y luego venía el hambre.
De igual forma, mi cuerpo
pedía constantemente azúcar, ya sea proveniente de la fruta como de la
producción industrial (bollos, pastelería, etc.), razón por la cual
estoy evitando tomarla y llevo años echando mano de la sacarina, la
fructosa y otros endulzantes a la hora del café, las gaseosas, etc.
Sufría
constantemente de acidez y reflujos gástricos, incluso pese a haber
cenado ligero y pronto, mucho antes de la hora de meterme en la cama y
de dormir. Y el sueño, se estaba volviendo cada vez más ligero e
interrumpido. Espero que eso cambie si es que mi organismo empieza a
funcionar mejor.
No bebo alcohol prácticamente y fumo, cada vez
menos. Así que espero que mi cuerpo responda bien y me sienta con más
energía, más ligero y, en general, que sea una sensación de bienestar
permanente. Ya os iré contando qué tal va...