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Día 23

noviembre 15, 2015 at 11:00 , No hay comentarios
Hoy también fue un día de calma, aunque me tocó trabajar en algunas cosas por casa. El día comenzó con un estupendo desayuno de arroz integral, huevos, judías verdes, tomate y cebolla, con algo de pollo hervido "deshilachado". ¡Una delicia!

La comida fue una ensalada de lentejas, aguacates, tomates y cebolla, con pimientos asados en aceite de oliva y ajo. Pero el problema fue por la tarde...

Salimos a comer con unas amigas a un restaurante griego que está en la calle San Gregorio en Madrid. Pedí encarecidamente que me recomendasen comida sin gluten y sin lácteos porque estaba haciendo una dieta especial. Curiosamente, fui objeto de comentarios supuestamente graciosos por parte del camarero sobre si iba a comer pan, si me traía pan, si quería más pan (de forma reiterada), además de la escasa información -también en tono de burla- sobre si las cosas tenían gluten o no.

Ante su ineptitud, decidí pedir unas hojas de parra rellenas de arroz y carne, y unos pimientos asados rellenos de arroz y verduras. En principio nada debería ser problemático, pero no solo venían cubiertos de salsa las hojas y de queso los pimientos, sino que algo tenía gluten, seguramente, porque desde ayer por la noche mi sistema digestivo está más tocado: dormí mal, tengo la tripa algo suelta y, por primera vez en 3 semanas, me siento hinchado.

Lo lamentable, además de la atención, es la falta de información. La semana pasada estuve en Valencia y no hubo sitio (incluso en el más cutre) donde no hubiera una completa información respecto de los alergenos que podía contener la comida: todas las cartas traían una serie de símbolos para avisar al consumidor si conteía frutos secos, gluten, azúcar, sésamo, etc. Un lujo comparado con este poco respeto por los clientes.

Animo a quien tenga que tomar medidas a que se procure contar no solo con la información adecuada respecto a la alimentación, sino también a que haya una oferta más amplia para todo tipo de intolerancias. Es realmente complicado parar a comer en un sitio que no sea en mi casa para cumplir con los requisitos mínimos de la dieta, pero me niego a estar condenado a no poder salir porque el sector de la restauración en Madrid no tiene ningún tipo de consideración con las diferencias.

Solo me quedó algo claro: no volveré nunca a ese restaurante. Por si quieren saber se llama Dionisos.

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